El boxeo cubano perdió recientemente a una de sus grandes figuras con el fallecimiento de Pedro Orlando Reyes, conocido como el «Zurdo de Párraga». A los 65 años, el excampeón mundial murió en México, donde trabajaba como técnico. Reyes dejó un legado imborrable en la historia del deporte cubano, pero su carrera estuvo marcada por un conflicto constante entre su talento y las decisiones políticas que afectaron a los atletas en Cuba durante el régimen de Fidel Castro.
Nacido en Camagüey en 1959, Pedro Orlando Reyes fue un destacado exponente de la Escuela Cubana de Boxeo. En la categoría de 51 kg, alcanzó la cima en competencias nacionales e internacionales. Fue seis veces campeón nacional y ganó en cinco ocasiones el prestigioso Torneo Giraldo Córdova Cardín. Su talento también brilló en la arena internacional, donde logró importantes victorias como el título mundial en Reno en 1986 y el oro en la Copa del Mundo en Italia en 1983. Además, se coronó campeón en los Juegos Panamericanos de 1983 y acumuló cinco títulos centroamericanos. Sin embargo, pese a sus logros, su carrera estuvo limitada por decisiones políticas ajenas a su voluntad.
Una de las mayores frustraciones de Pedro Orlando Reyes fue no haber competido en los Juegos Olímpicos, una meta que él mismo calificó como «el título más grande que puede tener un atleta». En 1984, Cuba se unió al boicot del bloque socialista liderado por la Unión Soviética y no asistió a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Cuatro años después, Fidel Castro tomó una decisión similar al alinearse con Corea del Norte, impidiendo que los atletas cubanos compitieran en Seúl 1988. Estas decisiones privaron a Reyes de la oportunidad de alcanzar el máximo reconocimiento deportivo.
Además de verse privado del sueño olímpico, Reyes fue víctima de sanciones políticas en el momento más brillante de su carrera. En 1986, durante el Campeonato Mundial en Reno, Estados Unidos, se reunió brevemente con familiares que residían en ese país, una acción que estaba estrictamente prohibida para los atletas cubanos. Aunque en ese momento no se le llamó la atención, tras regresar a Cuba y ganar el oro en los Juegos Centroamericanos de Santiago de los Caballeros, las autoridades deportivas lo sancionaron por su interacción con sus familiares. La suspensión puso fin a su carrera, pero no antes de haber sido utilizado para obtener otra medalla más para la delegación cubana.
Reyes siempre recordó con dolor esa experiencia, especialmente porque sintió que las autoridades lo explotaron para obtener un resultado deportivo antes de aplicarle la sanción. «Si ellos me dicen eso, yo no voy a los Centroamericanos», confesó en una entrevista décadas después. Esa herida, aunque nunca se cerró por completo, no empañó el orgullo que sentía por sus logros dentro del cuadrilátero.
El legado de Pedro Orlando Reyes es un recordatorio del talento que produce el deporte cubano, pero también de cómo las decisiones políticas pueden limitar y marcar la vida de sus protagonistas. Su historia simboliza tanto el triunfo como las injusticias que vivieron muchos atletas de su generación.